22.11.05

Agustín Yáñez, a 100 años de su natalicio (Reforma)

Evocan al intelectual en su papel de político.
Por Gerardo Australia
REFORMA
(04 Mayo 2004).-

Agustín Yáñez, a 100 años de su natalicio.

Cuando Gustavo Díaz Ordaz asumió la presidencia a finales de 1964, México ya se hacía notar internacionalmente. Con Estados Unidos existían buenas relaciones y el llamado "milagro mexicano" aún no mostraba signos de agotamiento.
El sexenio de Díaz Ordaz, sin embargo, quedaría marcado para siempre con el movimiento estudiantil del 68 que, para algunos de sus colaboradores, significó asegurar su futuro político, como Luis Echeverría; para otros, representó una verdadera persecución, como fue el caso de Heberto Castillo, y para algunos más el desprestigio, como sucedió con el escritor Agustín Yáñez que, desde la Secretaría de Educación Pública prefirió guardar silencio y resistir el vendaval hasta finalizar el sexenio, el 30 de noviembre de 1970.
Antes de ocupar la Secretaría de Educación (1964), Yáñez había ejercido varios cargos políticos. Fue jefe del Departamento de Bibliotecas y Archivos Económicos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (1934-1952), Gobernador de Jalisco (1953-1959) y consejero de la Presidencia de la República durante el sexenio de Adolfo López Mateos (1959-1964).
Su acercamiento a la vida política lo puso en la clara disyuntiva que tantos debates ha suscitado: ¿cuál es la responsabilidad del intelectual frente al poder?
A partir de lo sucedido en 1968, muchos prefirieron recordar a Yáñez, más como un excelente maestro y novelista que como político; pero no debemos olvidar que, siendo secretario de Educación, introdujo la televisión como medio de enseñanza en escuelas primarias y secundarias, así como un Servicio de Orientación Vocacional que hasta entonces no existía.
El México de entonces presentaba diversidad en el campo de las letras, el arte, la cultura y el entretenimiento. Por un lado, el magnate del cine, Gabriel Alarcón, estrenaba su periódico El Heraldo de México, que fue de las pocas publicaciones que daban difusión al vibrante movimiento rocanrolero de México, con las aportaciones periodísticas de Parménides García Saldaña y Juan Tovar.
Salvador Elizondo publicaba su alucinante Farabeuf y Gustavo Sáinz pasó a las grandes ligas con Gazapo. Pero el escándalo mayor lo impuso la publicación de Los Hijos de Sánchez, del estadounidense Oscar Lewis, quien siguió de cerca la vida de una familia de Tepoztlán, Morelos, llevando a cabo una serie de grabaciones que quedarían para la posteridad como una verdadera antropología de la pobreza.
Como era de esperarse, las autoridades no estaban contentas con la "difamación", sobre todo porque el libro había sido publicado por el Fondo de Cultura Económica. Arnaldo Orfila Reynal había dirigido el Fondo desde los años 40 y pronto fue despedido por Díaz Ordaz. Hecho que dio origen, poco tiempo después, a la editorial privada Siglo XXI.
Cuando Agustín Yáñez llegó a la Secretaría de Educación ya era reconocido como novelista. Pertenecía a la generación de los llamados "Contemporáneos", como Salvador Novo, Xavier Villaurrutia y Gorostiza, entre otros; y su obra era considerada un parteaguas en las letras mexicanas, además de ser una gran guía de la geografía y los caracteres jaliscienses, como también lo hicieron las aportaciones de sus paisanos Rulfo y Arreola.

En todos sus libros, el escritor se preocupa por la religiosidad y su fanatismo; él mismo había sobrevivido a una redada donde intentaron matarlo en la guerra cristera. Muchos opinan que su novela Al filo del agua (1947) es la primera novela contemporánea de México.

Los Sinsabores de la Política.
Según las memorias que Díaz Ordaz escribiera antes de morir, el Presidente estaba convencido de que el "movimiento estudiantil era obra de infiltrados comunistas extranjeros y de malos mexicanos; y que Luis Echeverría, Marcelino García Barragán, Alfonso Corona del Rosal y Agustín Yáñez son los únicos responsables de la masacre".
En una entrevista para la revista Proceso (1993), Luis M. Farías (ex diputado y ex Gobernador de Nuevo León) comenta que la primera medida drástica tomada por Luis Echeverría para hacer frente al conflicto estudiantil ocurrió el 30 de julio. La toma a sangre y fuego de la Escuela Nacional Preparatoria y el célebre bazucazo fue producto de "un acuerdo que se tomó en el Departamento del Distrito Federal. Allí estuvieron Corona del Rosal, Marcelino García Barragán, el secretario de Educación Agustín Yáñez; todo fue planeado por Echeverría (...)".
Aunque el desempeño de Yáñez durante los sucesos de 1968 no está claramente definido, el flamante escritor y controvertido secretario de Educación, recibió en su momento severas críticas; no por acción, sino por omisión.
"Si el señor secretario de Educación hubiera empezado a recibir a representantes de estudiantes -señala Enrique González Casanova-, representantes de maestros, para decirles a ver señores qué es lo que pasa... Porque, después de todo, cuando el señor Presidente dice que lo que se necesita es una gran reforma educativa, era [como estar] diciéndole a su secretario de Educación ¿y usted qué hizo en cuatro años?".
A pesar de su importante cargo, la presencia de Yáñez en el 68 pasó inadvertida. Frente al giro dramático que tomaron los acontecimientos, don Agustín brilló por su ausencia.
A diferencia de otros intelectuales, como Octavio Paz, que asumieron una posición y tomaron distancia del régimen, don Agustín permaneció leal al Gobierno de Díaz Ordaz dejando el cargo hasta la finalización del sexenio.
Tal actitud no era extraña en momentos en que el partido oficial parecía eternizarse en el poder: con muy pocas excepciones, casi todos los intelectuales habían caído rendidos ante el canto de las sirenas del sistema político mexicano.
Para el célebre escritor, cuyo centenario de su natalicio se festeja hoy, el 68 representó una mancha en su larga vida, prolífica en el campo de las letras; pero cuestionable en el ámbito de la política.

1 comentario:

Anónimo dijo...

vale que párese que a Agustín Yáñez le llovió de una forma muy tormentosa que desgracia la suya que sus buenas obras se hallan visto apocadas por un acontecimiento de verdad muy oscuro para la historia de México, pero aun cuando no haya participado de forma directa participo, por que tanto peca el que mata la vaca como el que le amarra la pata. y que lastima que siendo un hombre tan ilustrado no haya podido alzar la voz y tal vez salvado a algunos que como el fue alguna vez joven.