19.11.05

Algunas mujeres atípicas (Reforma)

Algunas mujeres atípicas.
Por Gerardo Australia
REFORMA
(13 Julio 2004)

Mujeres atípicas que desfilan por nuestra historia, a veces dejando sólo el suspiro en pluma ajena o en la propia, en la batalla de la política o el arte. Alguien dijo que la historia es memoria y olvido a la vez, y de estas damas atípicas está tupida muchas veces nuestra selva de descuido; ellas que son, en palabras de la atípica Aurora Reyes, las "mujeres con alma de montaña que amasan en su rostro los silencios vegetales".
Aurora Reyes, alias La Cachorra, fue la primera muralista mexicana. También fue poetisa de sensibilidad apasionada. Nacida en Parral, Chihuahua (1908), Aurora "del desierto" supo ser amiga revoltosa de aquel fabuloso grupo que se reunía en el Café París -hoy Café El Popular sobre la calle 5 de Mayo cerca del Zócalo-, que junto con gente como Ermilo Abreu Gómez, José Revueltas, Xavier Villaurrutia, Andrés Henestrosa y de insólitas atípicas como la fotógrafa Lola Alvarez Bravo, Concha Michel, Adela Palacios o la hermosísima Estela Ruiz, supieron izar bandera de un nacionalismo cultural notable.
Atentado a las maestras rurales fue el primer mural pintado por una mujer en México. Se encuentra en el vestíbulo del Centro Escolar Revolución (por el Metro Balderas), inmueble que desde el siglo 17 ha servido de retiro de mujeres, colegio de niñas, cárcel de la ciudad, etc.
Su abuelo fue el precursor de la Decena Trágica, el general Bernardo Reyes. Desgraciadamente su parentesco con el gran Alfonso Reyes no le sirvió de nada para atraer la atención que se merecía como pintora, muralista, poeta, dibujante de "sirenas contentas y campesinas luchonas" y como la gran maestra de convicciones que amó a su país como ese "callado barro nacido de tu vientre en jubiloso brote de esperanza" que dice en su poema Llanto a la Tierra. González Calzada dice que el general Rodolfo Sánchez Taboada, entonces presidente del PRI, murió contemplando su cuadro titulado La novia de oro, óleo que el acomedido Luis Echeverría regaló al general para su cumpleaños. Se trataba de un espléndido cuadro de una tehuana en traje nupcial, para el que había posado la contertulia Estela Ruiz.
Justamente Estela Ruiz dejaría de ser mujer atípica cuando fue inmortalizada en aquellos billetes de 10 pesos que tuvimos por 40 años, donde sale retratada también de tehuana. María Estela Ruiz Velázquez ganó un concurso de belleza organizado por el reciente gobierno del general Lázaro Cárdenas (1936). No a muchos les agradó el concepto, pero a la bella Estelita la tuvieron entre sus manos millones de mexicanos desde 1937 hasta 1967.
Otra mujer atípica fue la temperamental Rosario Cabrera, considerada como la primera gran pintora mexicana del siglo 20. Nacida en la Ciudad de México, Rosario comenzó a pintar a los 15 años en San Carlos, y tras recibir de manos de Vasconcelos la medalla de plata por las más altas calificaciones de su generación, o de irse a París a estudiar y tener exitosas exposiciones, o de ser elogiada por su multifacética obra por gente de la talla de Diego Rivera que aplaudía desde sus paisajes de Tepepan hasta sus retratos (como el famoso de Nahuin Ollín), Rosario Cabrera de pronto dejó de pintar, envolviéndose en un silencio que duró 47 años. Sólo 10 años antes de morir (1965) rompería el silencio con su obra Granadas. Junto a Fermín Revueltas participó en el grupo avant-garde ¡30-30!, un grupo de artistas inspirado en la vida callejera del México bravo.
Y en el juego del Maratón hay una pregunta atípica: ¿Quién es la primer gobernadora en la historia de México? Y ahí está, Griselda Alvarez, la primera gobernadora de Colima. Bisnieta del general Manuel Alvarez (primer gobernador de Colima), quien firmó las Leyes de Reforma, e hija de un ferviente comecuras (también gobernador) que las llevaba a ver ahorcados a su hermana y a ella para que se endurecieran, Griselda se crió entre liberales y conservadores y recuerda haber llevado a cuestas por muchos años el pecado cívico de haberle puesto en sus años de niña bronca, cuernos y cola al mismísimo Benemérito, memorias que quedaron escritas en su libro La sombra niña.
Por último no olvidemos una mujer atípica cuya belleza fue la causa de que el poeta Manuel Acuña se suicidara. Rosario de la Peña y Llerena era idolatrada por poetas buenos, malos o inexistentes del romanticismo tardío. Pero era mujer dura, y sin dejar de reconocer su hermosura inspiradora le sobrevivió a una cartelera de notables enamorados y permaneció soltera hasta su muerte a los 77 años (1924).
Mujer cuya belleza causó duelos a muerte, llevó al poeta saltillense Acuña al suicidio, "una pasión de aquellos tiempos de encendido romanticismo -subraya Enrique Fernández Ledesma- en que se consideraba con naturalidad el pistolazo. Aquel pistolazo estilizado del amante de la Carlota goetheana". Doña Rosario quedó inmortalizada en Nocturno, de Acuña. Ya mayor se dio el lujo de desilusionar al mucho más joven poeta José María Bustillos, a quien José Juan Tablada recuerda haber acompañado a rendir honores a "esa mujer fascinante que entraba en la declinación sin retorno".

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