19.11.05

El Café de Nadie: Guarida y recinto de los estridentistas (Reforma)

El Café de Nadie: Guarida y recinto de los estridentistas.
Por Gerardo Australia
REFORMA
(01 Junio 2004).

Un día lluvioso el poeta veracruzano Manuel Maples Arce caminaba por la avenida Jalisco, hoy Álvaro Obregón. Ante la intensidad del chubasco, prefirió pasar el tiempo bajo techo y se metió a un café en el número 100: "En el establecimiento -cuenta Marco Antonio Campos- no había nadie.
Pasó a otra pieza, donde sólo halló una cafetera que hervía. Se sirvió, regresó a su mesa y se tomó el café. Como nadie vino a cobrar le pagó a nadie y dejó una propina a una camarera que nunca vio. Y así fue y así regresó otras noches al café donde nunca encontró a nadie".
Desde entonces el reservado lugar se llamó el Café de Nadie y sería la guarida y recinto del grupo de artistas vanguardistas más destacados de México, quienes adoptaron el nombre de Estridentistas.
Comenzaba la década de los 20 y el abogado-poeta Maples Arce -conocido por su pulcritud en el vestir, "polainas, bastón, flor en el ojal incluido que rayaban en lo estrambótico" y un fervor apasionado por las mujeres-, estaba prácticamente desengañado de todo. Quería romper con el arte del pasado y buscar una nueva sensibilidad que reflejara la complejidad del nuevo siglo. Cansado del academicismo reinante se recargaba en la metáfora "Chopin a la guillotina y Chaplin al podio" para confiar en que la insolencia con alegría, pero en dosis fuertes, despertaría a la gente de ese fatídico letargo novecentista.
Su búsqueda artística debía estar regida por tres cánones: "Imaginación, humor y el quehacer vital". Al llamado a formar esa cofradía extravagante acudieron poetas y escritores como Luis Quintanilla, Germán List Arzubide, Arqueles Vela y Salvador Gallardo, además de artistas y músicos como los hermanos Revueltas, Fermín y Silvestre, Diego Rivera, Manuel M. Ponce y Carlos Chávez. Cuando salían por la calle algunos de estos estridentistas rebeldes, como Arqueles Vela o Ramón Alva de la Canal, la gente se sentía intimidada y en vez de cruces les mostraban gigantescos peines como para exorcizar aquellas marabuntas de greñas alborotadas.
Desde principio el siglo 19 en México comenzaron a florecer los cafés, espacios donde se podía pasar el rato, conversar, leer el periódico y hasta planear conspiraciones políticas. El primero que se tiene noticia como tal fue el Café de Manrique, situado en la calle que hoy es República de Chile.
Un momento crucial en la historia de la cafetería y el restaurante en México se dio cuando en 1875 por primera vez atienden mujeres las mesas. A partir de entonces la asistencia al café se convirtió en una obligación para todo artista: nada como la belleza del cuerpo para endulzar la inspiración. Fue en el Café de Nadie donde Manuel Maples Arce hizo firmar a sus cofrades el segundo manifiesto estridentista, panfleto incendiario que buscó el guantazo sin rodeos y que se publicó a rajatabla: "(...) A los que no están con nosotros se los comerán los zopilotes. El estridentismo es el almacén donde se surte el mundo. Ser estridentista es ser hombre. Sólo los eunucos no estarían con nosotros. Apagaremos el sol con un sombrerazo. ¡Viva el mole de guajolote!".
Encarrerados, usaron el periódico El Universal Ilustrado como "agencia propagandista" de su musa estrambótica. En él, el maestro normalista Arqueles Vela publicaría su novela corta La señorita etcétera (1922) -quizás demasiado corta, pues consta de casi 10 páginas- y que es considerada como la primera novela vanguardista hispanoamericana, publicada el mismo año que Ulises, de James Joyce.
Ese quehacer vital que proponían los estridentistas, "exaltar las máquinas, vivir emocionalmente y ponerse en marcha hacia el futuro", lo venían haciendo años atrás los futuristas en Europa, para muchos una simple apariencia de vanguardia que había comenzado con el italiano Felipe Tomás Marinetti en 1909, considerado el primer vanguardista. Sin embargo, no dejó de ser una atractiva agitación cultural a la que ni el mismo Pellicer dejó de contribuir: "Amo las máquinas, las grandes máquinas./ Mi cuerpo canta sobre un pedestal cuando escucho y veo y toco las máquinas".
Desde aquel cafetín de la Roma los estridentistas habitaban su futuro. De ahí salió el poema de Maples Arce, Urbe, que traduciría al inglés nada menos que John Dos Passos y que dejaría clara la dirección del grupo: "Los huelguistas se arrojan pedradas y denuestos, y la vida, es una tumultuosa conversión hacia la izquierda". El movimiento estridentista no tardó en usar la literatura y al arte como una nave política hacia la proletarización de las masas y el apapacho comunista. Mientras tanto, Kin Taniya escribía su Radio, ese poema "inalámbrico en trece mensajes" y se organizaban exposiciones donde figuraron cuadros de Leopoldo Méndez, Ramón Alva de la Canal y Jean Charlot.
La única novela mexicana que tiene como motivo y escenario a un café, en opinión de Marco Antonio Campos, es precisamente la que ostenta el nombre de El Café de Nadie: Un crimen provisional (1926), de Arqueles Vela, "una pasmosa historia de amor imposible en un café que es un mundo". Dentro de la novela, Mabelina (¿habrá sabido Arqueles Vela de la legendaria Mabelina, la primera mujer de la antigua Roma en ser miembro del Forum y en servir como cónsul?), es una mujer de "perversátiles ojos, llenos de los jolgorios de las tardes de verano" que entre otras cosas lee una lista de nombres en donde salen a relucir todos los amigos estridentes, excepto dos: Manuel Maples Arce y Arqueles Vela, los clientes más asiduos al Café de Nadie.
Los estridentistas duraron poco, 1921-27, pero hicieron el suficiente ruido como para grabarnos esta lección: En la cantina se vive en pasado y en el café se vive en futuro.

2 comentarios:

León dijo...

tengo un libro de arqueles vela, el café de nadie, lo vendo si les interesa mi fon es 5540579391 jorge

León dijo...
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