22.11.05

Aurora cultural posrevolucionaria (Reforma)

Aurora cultural posrevolucionaria.
Por Gerardo Australia
REFORMA
(09 Marzo 2004).-

El sexenio de Carlos Chávez.

Miguel Alemán Valdés ha quedado registrado en la historia de México como uno de los pocos presidentes simpatizantes de la cultura. Y no es para menos: cuando asumió el cargo en 1946, siendo el primer Presidente civil desde la Revolución, el País era prácticamente un hervidero de genios y talentos:
Rivera, Orozco, Khalo, Atl en la pintura; Chávez, Galindo, Huízar, Moncayo y Revueltas en la música; Novo, Pellicer, Paz, Revueltas, Usigli, Carballido y Arreola en las letras, por nombrar sólo algunos antes del inminente etcétera.
Durante el gobierno de Alemán, México tuvo su primera intentona para llegar a las grandes ligas de los países desarrollados. Se construyó Ciudad Universitaria y parte de la Ciudad Politécnica, la producción agraria creció un 8 por ciento, se brindó seguridad a los pequeños propietarios, la mujer obtuvo el derecho al voto en elecciones municipales y se hicieron grandes obras públicas.
Fue la primera vez que un presidente de Estados Unidos (Truman) pisaba la Ciudad de México. Dentro de la bonanza económica surgieron las fortunas de empresarios como Azcárraga, Rómulo O'Farril, Bernardo Quintana, creándose grupos como ICA, Comermex, Telesistema Mexicano, Novedades.
A su vez, las familias mexicanas se veían invadidas por la ola de los modernos electrodomésticos: tostadores, refrigeradores, licuadoras, lavadoras, televisores y demás aparatos parecían hacer de la vida hogareña la probadita de un futuro alucinante.
No obstante, Alemán, como dice José Agustín en su Tragicomedia mexicana, "no sólo nos dio el charrismo, sino que también nos regaló el guarurismo nacional". El descontento de la gente aumentó cuando sucedió la inevitable devaluación del peso en 1948, de 4.50 a 8.65 de dólar. Vaticinios aparte, ese mismo año también sorprendió a los capitalinos una nevada en la ciudad.

Las Bellas Artes.
Una de las primeras medidas culturales que el presidente Alemán tomó al asumir el cargo, fue crear el Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). La iniciativa fue aprobada por el Congreso de la Unión en diciembre de 1946. En ella se establecía que el INBA dedicaría sus esfuerzos "a intervenir en la conservación de la tradición artística nacional, así como coordinar todas las actividades artísticas en cuanto se refiere a la creación, investigación, difusión y educación". Nombró director al reconocido compositor Carlos Chávez, cargo que ocupó hasta 1952.
Entre otras cosas, Chávez configuró la Orquesta Sinfónica de México (OSM) que más tarde se llamaría Orquesta Sinfónica Nacional, tan bien dirigida por casi 20 años por el maestro Luis Herrera de la Fuente, gran zapateador de podios cuando le embriagaba una obra que dirigía.
La OSM era una organización particular que recibía subsidio del gobierno de Alemán, pero también tenía que buscar dinero por otros lados: "Ya me cansé de ir a tocar las puertas de los ricos", le comentó en alguna ocasión el maestro Chávez a su pupilo Blas Galindo. "Vamos a planear cómo hacer una orquesta permanente sin buscar año con año gente que aporte dinero".
La Orquesta del Conservatorio, dirigida por su antípoda intelectual, Silvestre Revueltas, no tenía ese problema, si bien la orquesta nunca tuvo una temporada importante. En 1946 Chávez había fundado Nuestra Música, una sociedad promotora de conciertos, de la cual surgieron una revista del mismo nombre y la casa Ediciones Mexicanas de Música que publicó muchas obras de compositores nacionales.
Cuando asumió el cargo del INBA, Chávez ya era un consumado compositor, director orquestal, pedagogo (Pablo Moncayo y Eduardo Mata, entre sus muchos alumnos) y un controvertido personaje en la política cultural que había impulsado la carrera de músicos notables como Candelario Huízar y Blas Galindo.
Originario de la capital, Chávez quedó huérfano de padre cuando tenía tres años de edad. La viuda se encargó de sacar adelante a sus siete hijos. La juventud de Carlos Chávez también estuvo marcada por la Revolución; de ahí que su preocupación principal fuera la unidad nacional, tratando de evitar la influencia Europea y de Estados Unidos en música, pintura, pero sobre todo en política.
Por entonces Manuel M. Ponce había hecho de la música mexicana una moda basada en tradiciones europeas, pero nadie había incursionado en tratar de traducir ese mundo mexicano, ajeno, indígena, bravo, caprichoso y de una riqueza extraordinaria en lo que sería el único movimiento sinfónico importante de nuestra historia.

Se dice que la revolución musical mexicana comienza con la obra chavista, una continuación de los pasos del maestro Vasconcelos cuando desde los años 20 se atrevió a utilizar en su obra motivos autóctonos mexicanos. Vasconcelos mismo le había encargado a Chávez un ballet que éste compuso basándose en una historia azteca. Así, el ballet El Fuego Nuevo da inicio al nacionalismo musical mexicano.
En febrero de 1948 el Palacio de Bellas Artes dio una exitosa temporada de ópera patrocinada por la Lotería Nacional y las hermanas Caprino. La OSM ofrecía un programa bajo la batuta de nada menos que Igor Stravinsky (el violinista Isaac Stern y el fabuloso pianista Claudio Arrau se presentarían semanas después). En ese mismo mes el maestro Chávez llegó a la residencia de "Los Pinos" con un discurso bajo el brazo para leerlo frente al presidente Miguel Alemán y el entonces secretario de Educación Pública, licenciado Gual Vidal.
El motivo fue la entrega del Premio Nacional de Artes y Ciencias a su viejo maestro de piano, Manuel M. Ponce, héroe de mil batallas musicales. En su discurso decía: "(...) El arte, ya se ve, siendo parte de las expresiones sociales y siendo la más clara, viva y duradera expresión de la nacionalidad, requiere el apoyo del Estado, el sostén de los dineros del pueblo a quien sirve (...). Sólo así podrá México pasar de una situación de fenómenos aislados y heroicos, como son Ponce, Rivera, Orozco y unos cuantos más (...). Este premio es un símbolo de la mente de nuestro Gobierno que mira, en el gran campo de la actividad nacional, cómo se señala la obra creadora de sus mejores hombres".
El Colegio Nacional recientemente reeditó un gran disco del maestro Chávez dirigiendo la OSM -1948-, con Carlos Pellicer como narrador de Pedro y el lobo de Sergei Prokofiev, y Cuatro nocturnos para soprano, contralto y orquesta de su autoría sobre poemas de Xavier Villaurrutia. Ambas obras son parte de aquella aurora cultural que encontró cabida en el México de mediados del siglo 20.

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