22.11.05

El vals mexicano que cruzó fronteras (Reforma)

El vals mexicano que cruzó fronteras.
Por Gerardo Australia
REFORMA


La vida desafortunada de Juventino Rosas

Al visitar Viena en 1785, el cantante irlandés y amigo de Mozart, O'Kelly, quedó un tanto perturbado del afán que los vieneses le ponían a la danza; sobre todo cuando, en una ocasión, fue a un baile en el salón imperial, donde se tenían recámaras especiales con todo lo necesario para asistir a las damas embarazadas que decidieron no quedarse en casa por irse a bailar, pese a lo adelantado de su estado.
De los bailes que más impactó al irlandés fue el vals. En él las damas eran "célebres por su gracia y la elegancia de sus movimientos cuando giran sobre sí mismas, ¡de lo que jamás se cansan!".
Los escandalizados por este tipo de baile no tardaron en prevenir a O'Kelly: "Me han dicho que bailar el vals desde las 10 de la noche hasta las siete de la mañana provoca un vértigo constante, con debilitamiento de la vista y del oído, sin hablar de consecuencias más graves".
El entusiasmo de los vieneses por el baile los había llevado a adoptar polkas y mazurcas de Polonia, zardas de Hungría y, entre otras, el kolo de las montañas balcánicas, que tuvieron su propio sincretismo con las viejas danzas de la corte, como la gavota y el minuet.
Pero con la llegada del vals, los vieneses se olvidaron de todo y lo convirtieron en una pasión que, para la época de Strauss, tomó dimensiones de fenómeno social, símbolo de su propia revolución, como siglos más tarde lo sería el rock and roll.
El vals tenía todo los ingredientes de la liberación, el vapor del movimiento, el ensueño del ritmo y, lo más importante, la gran oportunidad de poder estrechar al acompañante.
Un periodista alemán, a principios del siglo 19, narra su asombro al ver cada noche 50 mil apiñados danzantes en los gigantes salones de baile: "Un vienés de cada cuatro pasa la noche bailando".

Marcado por el Infortunio.
México tardó varias décadas en adoptar el vals, pero no fue la excepción en abandonarse a sus encantos. Quizás el vals mexicano más representativo a nivel mundial es Sobre las olas, de Juventino Rosas.
El poeta Amado Nervo se sorprendió de oír la pieza en salones de diferentes países de Europa y el compositor Manuel M. Ponce lo escuchó interpretar en el Teatro de la Opera en Berlín.
Quién iba a imaginar que el pobre compositor había cedido los derechos de su obra, por escasos 45 pesos, a los editores Wagner y Levien, quienes en dos años reunieron cerca de 100 mil pesos con su vals.
José Juventino Policarpio Rosas Cadena nació en 1868 en Santa Cruz de Galeana, población cercana a Celaya. Su padre, músico militar, le regaló su primer violín de palo blanco sin barnizar, como los hacían los indios de la sierra.
Junto con su hermano mayor, Manuel, que tocaba la guitarra, formaron un trío con el que trataron de escapar de la miseria tocando de pueblo en pueblo, en su peregrinar a pie hacia la capital.
La familia vivió en un cuartucho en el barrio de Tepito. Para subsistir daban conciertos callejeros y también tocaban "al ante" (el "ante" era un dulce que se vendía adornado con banderitas; para atraer a la gente, el vendedor contrataba músicos y cancioneros).
Juventino también trabajó como campanero y cantante en la iglesia de San Sebastián, en el mismo Tepito.
Sin embargo, su suerte no mejoró. El talentoso compositor vivió en carne propia el dicho "por la calle de la amargura", cuando se mudó a la famosa calle del mismo nombre en el centro de la ciudad.
Al establecerse en su nuevo domicilio, habían acuchillado a su hermano Manuel, después murió su hermana Patrocinio, la madre y, por último el padre; quedando Juventino solo en el mundo.
El músico personifica al clásico bohemio romántico de la época porfiriana, un talento nato que tocaba violín, clarinete, trombón, piano y flauta.
Se le podía ver tocando en una banda militar de rasos y olvidados, compartiendo el pulque; o vestido de etiqueta, con el bigote rasurado, tocando en fiestas para la alta sociedad y sirviéndose champaña. Viajó con la compañía de la soprano Angela Peralta en su última y fatídica gira.
En 1885, en conmemoración de la batalla de Puebla, tocó una Fantasía para violín solo en el Teatro Nacional ante el Presidente Porfirio Díaz y su mujer, doña Carmen Romero Rubio, a quien después obsequió un vals, Carmen.
En agradecimiento, la Primera Dama le regaló un piano de cola, el cual fue inmediatamente vendido para aliviar algunas de las muchas penas monetarias que el músico en ese entonces sufría.

Una Noche de Copas.
El 7 de febrero de 1888, Juventino Rosas, a sus 20 años de edad, cedía para siempre los derechos de su vals Sobre las olas.
Existen dos versiones acerca de su creación. La primera dice que el vals fue producto de una cruda bien cuidada, cuando Juventino descansaba en los manantiales de Contreras, después de una ruda noche junto con su amigo José "El Ciego" Reina, director de una orquesta donde Rosas trabajaba.
El compositor salió inspirado después de un merecido chapuzón y corrió a apuntar las notas en el primer papel que encontró. Tituló su obra Junto al manantial, pero después cambió al afamado nombre.
La segunda versión apunta que, en una parranda, Juventino perdió el trombón con el que tocaba en la banda militar del 40í Regimiento de Caballería, por lo que prefirió desertar y esconderse un tiempo en Cuautepec, cerca de la Villa de Guadalupe.
Ahí encontró la tan ansiada paz, con tiempo para componer, trabajar como maestro y hasta enamorarse de una bella muchacha que lavaba ropa en el arroyo; elementos que le inspiraron la creación de A la orilla del arroyo, renombrado tiempo después como Sobre las olas.
Juventino obsequió su vals a la señora Calixta Gutiérrez de Alfaro, dama de sociedad, protectora de artistas y organizadora de tertulias culturales, quien lo dio a conocer.
Y mientras Sobre las olas triunfaba en el mundo, su compositor, sumergido entre las olas del alcoholismo galopante y la persecutoria miseria, mantenía empleos aquí y allá, viajando por el país.
Se embarcó como miembro de una compañía de zarzuela en una gira por varias ciudades cubanas, gira que resultó ser un rotundo fracaso.
El músico nunca pudo repetir su éxito. En Surgidero de Batabanó, Juventino se sintió mal. Murió de mielitis espinal en julio del 1894 y sus restos fueron repatriados hasta 1909.

Sobre las olas.
(Por Juventino Rosas).
En la inmensidad de las olas
flotando te vi
Y al irte a salvar, por tu vida
la mía perdí.
Tu dulce visión en mi alma
indeleble grabó
La tierna pasión que la dicha
y la paz me robó.
Si el eco de mi dolor
tu refugio llegare a turbar,
te seguirá con amor,
no te niegues su pena a escuchar,
que el viento te llevará,
los gemidos de mi corazón
y siempre repetirá
los acentos de mi canción.
La tempestad en su furia en el mar Y del relámpago el rudo fragor
Sólo podrán débilmente escuchar
La tempestad que hay aquí
por tu amor.
Por doquiera que voy,
Tu recuerdo es mi guía,
En la noche es mi faro, es mi sol
en el día,
Mis suspiros, mi aliento,
mi acerbo dolor,
Mi doliente quebranto es por ti,
Por tu amor.
Con mi gemido te envío el corazón
Y en mis sollozos te mando mi fe,
Más no, no quiero de ti compasión
Yo quiero amor o por él perecer.

1 comentario:

Anónimo dijo...

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